Los pedidos en Chicureo-Colina se despachan lunes o jueves (a las 17 hrs. se cierra la lista de entregas del día). A otras comunas enviamos por Starken (contempla 2 a 3 días hábiles para el despacho). No se hacen envíos los días feriados.
En abril del 2013 salió a la luz pública el asesinato de un recién nacido ocurrido en Colliguay, una localidad en la Región de Valparaíso con no más de mil habitantes. Con el paso de los días se originó una investigación policial y una consiguiente explosión mediática que fue dando paso a más aristas del caso: aquel espantoso crimen había sido planeado por Ramón Castillo Gaete, más conocido como Antares de la Luz, el líder de una secta conformada por un grupo de jóvenes sin antecedentes previos. El otrora profesor y músico clarinetista era un compulsivo consumidor de ayahuasca y un fanático de los libros de Carlos Castaneda. Antares de la Luz aseguraba a sus fieles que el fin del mundo ocurriría el 21 de diciembre del 2012, que él era Dios encarnado en la Tierra y que el niño que venía en camino era el Anticristo, el “adefesio” que había que exterminar. Por aquel “profeta”, ese grupo de jóvenes estaba dispuesto a todo, incluso a morir.
¿Quién era realmente ese iluminado que afirmaba con tanto fervor saber lo que ocurriría cuando el mundo se acabara? ¿En qué momento se pasa de una comunidad espiritual a las redes de una secta? ¿Cómo el carisma y la mente enferma de una sola persona fueron capaces de construir un tejido de creencias que convenció a hombres y mujeres comunes y corrientes para que siguieran sus pasos y se convirtieran en sus más disciplinados guerreros? ¿Por qué jóvenes profesionales, con estudios y en el comienzo de sus vidas, dieron todo de sí para cumplir lo que este particular demiurgo les ordenara, llegando incluso al punto de participar directa o indirectamente en la muerte en una hoguera de un bebé que solamente tenía tres días de vida?
En estas páginas se descorre el velo de estas y muchas otras preguntas, y se narra la historia íntima de la secta cuyos ritos sacrificiales terminaron quemando a un inocente en uno de los asesinatos más crueles que se hayan conocido en Chile.